miércoles, 26 de marzo de 2014

Teoría de los rasgos y estereotipos

Con motivo del anterior post acerca de la manera en la que el maquillaje influye en las personas a la hora de valorar a las personas, nos preguntamos si esa reacción se daba exclusivamente en el maquillaje y por lo tanto en los rostro de las personas, o si  por el contrario, esas reacciones se producían también al juzgar la apariencia que transmitían las personas por la forma en la que suelen ir vestidas.

Empezamos con la definición que da la Real Academia Española del concepto estereotipo: imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable.

Dado que los estereotipos influyen en nuestra forma de ver el mundo, al estar un concepto o imagen aceptada por toda la sociedad, tendemos a generalizar y ampliamos el alcance de éstos a todos los miembros de un grupo, pudiendo ser éstas tanto positivas, como negativas. Sin embargo, muchas veces están infundados y no tienen una base racional y coherente, por lo que se producen pensamientos erróneos que no coinciden con la realidad y nos llevan a juzgar a las personas e incluso a discriminarlas. El proceso suele ser: estereotipo como creencia, que lleva al prejuicio que influye en nuestras actitudes y que puede llegar a producir discriminación como comportamiento.

El primer psicólogo en profundizar sobre este tema fue Gordon Allport, con la Teoría de los Rasgos.
Con ésta quería descubrir cómo se diferencian los rasgos característicos de cada persona, diferenciándose de la perspectiva de los psicólogos anteriores que querían entender el por qué. Estos rasgos son las características propias de cada persona, los cuales el psicólogo dividió en un principio en dos tipos: individuales, que  hacían referencia a los rasgos característicos de cada persona, y comunes, que compartían los miembros de una misma sociedad o cultura.


Más adelante realizó una nueva clasificación en la que definió los rasgos como las características comunes y disposiciones a las características de cada individuo. Dentro de esta última categoría incluyó los rasgos cardinales, encargados de dirigir la conducta de la persona; centrales, que incluye las características por las que se define la personalidad de un individuo; y secundarios, que son las características menos importantes ya que se suelen mostrar tan solo en determinadas ocasiones.

Actualizando las conclusiones a las que Allport llegó, nos damos cuenta de que cada persona tiene una forma de actuar concreta que la diferencia de los demás, aunque muchas veces tendemos a agrupar a las personas en un mismo grupo no solo por su conducta, sino también por su aspecto físico.

Un ejemplo lo encontramos en este vídeo, en el que unos chicos han realizado un experimento por el que pretendían demostrar como influyen los estereotipos en las personas, que le ayudan cuando finge un mareo cuando va más arreglado y bien vestido, mientras que cuando va en chándal no le prestan su ayuda.

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